El Viajero ha estado, accidentalmente por supuesto, en Berlin, una ciudad que siempre cautiva.
Algunas ideas al vuelo...
La vida está significativamente más barata que en España; no cabe duda, somos unos nuevo ricos aunque venidos a menos, esperemos no acabar de reventados.
Los berlineses siguen rompiendo el arquetipo: alegres, irónicos, vividores y terriblemente amables.
La ciudad continua reinventandose con mayor o menor fortuna, pero hay algo que no desaparece: el horizonte por mucho que la Postdamer Plazt se interponga.
Continuo buscando las huellas del nacionalsocialismo, pero es una tarea ardua.
La deuda con los judíos parece no acabar nunca de pagarse.
Berlin continua mal iluminada por la noche, pero es una cuestión de estilo según los lugareños. La luz es de mal gusto.
No perderse la monográfica sobre la Bauhaus en la Martin Gropius. Por supuesto, Walter Gropius de maestro de ceremonias.
En fin, una delicia.
Nada tiene que ver con esto, pero acabo de hablar con Nando que continua su marcha en el Rallye Mongol, una curiosa expedición con gentes de toda Europa en coches con no menos de diez años cuyo objetivo es llegar a Mongolia para donar los vehículos a ONGs. Todo bien, salvo que la policía lituana y rusa ya se ha pagado la mordida por aquello de la solidaridad socialista.
Poco más.
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