lunes, 22 de junio de 2009

EL FUTURO POSIBLE


La pasada semana, durante el coloquio que cerró la jornada técnica en la que participe en Oviedo, una de las preguntas fue la ya acostumbrada en torno al futuro. ¿Qué nos espera? ¿Cómo será el futuro?
Mi respuesta, desde la perspectiva de la Innovación Estratégica, fue la que ya he comentado aquí en algunas ocasiones: el Futuro con mayúsculas es “posible” no “probable”.
Los humanos concebimos el Futuro como algo incierto por desconocido, ajeno a nuestros deseos o aspiraciones al encontrarse en un punto de una línea de recorrido no alcanzado. En cierta forma, esta es una visión acertada en lo que a un buen número de fenómenos de regulación natural se refiere. Sin embargo, desde una perspectiva de progreso y evolución económica, la incertidumbre y carácter aleatorio del Futuro no tiene demasiado sentido. De hecho, la exploración de lo “probable” no es, al fin y al cabo, otra cosa que la aceptación de un protagonismo humano limitado.
El Futuro no se predice, en todo caso se construye. Ciertamente esta construcción puede verse mediatizada por factores naturales incontrolables o reacciones humanas impredecibles, pero el Futuro no será como una inteligencia abstracta y desconocida lo diseñe, sino como nosotros queramos que sea. Sólo desde esta convicción es posible entender el presente y articular nuestras acciones más allá de la resignación basada en la impotencia de no llegar a comprender los mecanismos complejos que rigen nuestras relaciones.
Por tanto, a la pregunta ¿cómo será el futuro?, entendida en el contexto de la actual crisis económica, la única respuesta posible debe ser: como nosotros queramos que sea. En consecuencia, en estos momentos, cualquier escenario de futuro que se intente construir, sólo puede estar basado en la probabilidad, nunca en la posibilidad.
Existen ciertos condicionantes que pueden facilitar la visión de algunos grandes rasgos como es caso de dar respuesta efectiva al “cenit del petróleo”, conseguir alcanzar la frontera irreversible del 2050 con unas acciones decididas de contención del calentamiento global, responder al reto de la perdida dramática de biodiversidad o alcanzar una situación, al menos esperanzadora, en la igualdad de oportunidades y acceso al “progreso” del conjunto de la población mundial. Todas ellas, deben influir no en nuestras decisiones de futuro, sino en la forma en que lo deseemos.
Por otro lado, existen también algunos deseos, todavía no traducidos a convicciones globales: el valor de la Inteligencia y su capacidad en el procesamiento de información para la generación de conocimiento como respuesta esperada al avance tecnológico y su influencia en nuestro papel productivo o el deseo de aspirar a un nuevo Renacimiento antropocéntrico que alumbre un sistema económico profundamente humano.
Todo ello, puede ayudar a aventurar algunos grandes trazos de futuro. Pero en lo esencial, todavía no tenemos un bosquejo aproximado de cómo queremos que se desarrollen las cosas. En estos momentos, bastante tenemos con aceptar que el mundo tal como lo concebimos desde hace ya tres siglos está cambiando de una forma radical. No sabemos si esta será de la última de una serie de crisis puntuales que han alimentado a la auténtica Crisis que se inició tras el ilusorio crecimiento de los años cincuenta, una vez concluida la era de los “grandes conflictos”. Pero, al menos, estamos empezando a admitir la necesidad de pensar en el Futuro Posible.

1 comentario:

echar un remiendu dijo...

Espero que fuera agradable tu visita por estas tierras.

Un saludo

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